Así como tratamos de
eliminar la fuerza de nuestras relaciones nacionales, y hoy es evidente que las
condenas drásticas no han logrado
prevenir la delincuencia ni impedir que la gente actúe con violento egoísmo (y
esto constituye toda la delincuencia), y así como la actitud social (en
contradicción a la posición antisocial de los que quebrantan la ley) es
considerada deseable y enseñada en nuestras escuelas, así también está
comenzando a surgir en la conciencia pública la inculcación de correctas
relaciones, la difusión del autocontrol y el acrecentamiento del altruismo (que
es, seguramente, la meta subjetiva y a menudo incomprendida de todo
procedimiento jurídico), constituyendo el necesario acercamiento a la
juventud. La delincuencia será desterrada cuando las condiciones ambientales en
que el niño vive sean mejoradas; cuando en los primeros años formativos se dé
preferente atención al equilibrio glandular, tanto como a los dientes, los
ojos, los oídos, la correcta postura y la adecuada alimentación, y cuando
exista también una distribución más apropiada del factor tiempo y cuando la
sicología y la astrología esotéricas contribuyan con sus conocimientos a
educar a la juventud. Los antiguos métodos deben ceder su lugar a los nuevos y
la actitud conservadora debe ser abandonada en favor del entrenamiento y
experimentos físicos, síquicos y religiosos, aplicados en forma científica y
motivados místicamente. Al decir religioso, no me refiero a la enseñanza
doctrinaria o teológica, quiero significar el cultivo de esas actitudes y
condiciones que evocarán la realidad en el hombre, y traerán a primer plano la
conciencia del hombre interno espiritual, logrando así el reconocimiento del
Dios inmanente.
(Reflexionen sobre esto Alice A. Bailey)
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