Cuando el amor
a todos los seres, sin tener en cuenta quienes son, comienza a ser una realidad
en el corazón del discípulo y, al mismo tiempo, el amor a sí mismo no existe,
indica que se está acercando al Portal de la Iniciación y puede prestar los
juramentos preliminares necesarios, antes de que su Maestro entregue su nombre
como solicitante de la iniciación. Si no le importa el sufrimiento y el dolor
del yo inferior, si le resulta indiferente ser feliz o no, si el único
propósito de su vida es servir y salvar al mundo y si las necesidades del
prójimo son para él de mayor importancia que las propias, recién entonces el fuego
del amor irradia de su ser y el mundo podrá sentirse confortado ante sus pies.
Este amor debe ser una manifestación probada y práctica y no sólo una teoría ni
simplemente un ideal impracticable y un sentimiento grato, sino algo surgido de
las experiencias y pruebas de la vida, de tal modo que el primer impulso de la
vida sea el auto sacrificio y la inmolación de la naturaleza inferior.
Reflexionen sobre esto Alice A. Bailey
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