lunes, 14 de septiembre de 2015

POR EL LICOR PERDÍ MI FAMILIA

Artículo extraído de la página de:
Nueva Semilla Grupo DE Apoyo

“Yo comencé a los 15 años en el alcohol por culpa de mi padre. Él, en una fiesta, me ofreció cerveza y me dijo que ya era un ‘hombrecito’ y que tenía que comenzar a tomar. Sin embargo, tras tomarme tres cervezas no me gustó y quedé aburrido. No volví a probar el trago.
“A los 2 meses mi padre me invitó a viajar por Venezuela y duramos 20 días tomando cerveza. Fue mi prueba de fuego porque todos los días estábamos borrachos y comencé a cogerle gusto a la cerveza hasta que regresé al país. Sin embargo, la cerveza me supo amarga, a pesar de que ya me había acostumbrado.
“Luego pasé al aguardiente gracias a unos amigos que me lo ofrecieron. Tampoco me gustó porque era muy fuerte. Incluso, la primera vez que lo tomé seguido comencé a vomitar. Mis amigos se rieron. El aguardiente me emborrachaba muy fácil y eso entre conocidos y amigos es una derrota.
“Para no quedar embriagado totalmente me inicié en la cocaína. Un amigo me dijo: ‘con esto se te pasa y podéis continuar tomando’. Y era cierto, la cocaína, que se consigue muy fácil en la calle, me dejaba como nuevo luego de dos ‘pases’. Tras recuperarme comenzaba a tomar ron.
“Sin embargo, la mezcla de alcoholes y la cocaína me volvió violento e hiperactivo. Muchas veces de las fiestas salí golpeado y comencé a ganarme enemigos. Para calmarme un poco, de todo el agite de las peleas y de la fiesta, probé la marihuana. Esa droga me calmó mucho porque el cigarrillo no me hacía efecto.
“Tras unos meses de fiesta y drogas, mi madre comenzó a notar que mi comportamiento no era el mejor. Comencé a llegar tarde, a mirar mal a mi familia, a pegarle a mi hermano y a insultar a mi madre. Ella muchas veces lloró y muchas veces me vio borracho. Al otro día, nadie podía decirme nada porque no respondía por mis actos, hasta que me echaron de la casa y no tuve otra opción que vivir en la calle.
“Como ya no tenía plata y sentía la necesidad de seguir tomando comencé a vender cocaína y a robar. El licor que comprábamos era vino Cherrynol porque es el trago más barato. Y cuando no tenía dinero vendía cartones. Un día unos jóvenes con dinero me dieron crema de whisky y al otro día casi no me levanto. Para esa época mis amigos eran los indigentes.
“En la calle aprendí la vida dura, el hambre que se vive, las cosas que se ven. Por culpa del alcohol perdí a mi familia, a mis amigos y me encontré con un mundo que no era el mío. Por eso, le pedí a mi madre que me recibiera y ella muy complaciente me aceptó de nuevo, pero terminé robando su casa, mi casa.
“Al volver a la calle una persona me dijo: ‘Usted está mal, muy mal’. Yo le dije que no era cierto, que estaba equivocado, pero tenía razón. Traté de suicidarme con 18 pastillas que sirven para la epilepsia, enfermedad que tiene mi hermano. No tuve éxito. Al cabo de los días le pedí ayuda a mi madre, pero con la condición de que me llevara a un lugar donde recibiera ayuda. Aceptó y aquí estoy.
“Llevo 5 meses en esta fundación. Los dos primeros meses fueron muy complicados. Me sentí ansioso, quería beber, lloraba en ocasiones, me alejaba de todo el mundo. Pero cada día que pasa me siento mejor. Voy poco a poco y he comenzado a tener sueños, sueños con mi novia.
“Estoy planeando mi proyecto de vida. Quiero ser diseñador gráfico, acabar mi grado 11 y pedirle perdón a quienes hice daño.

“Hoy, hablo con mi madre, le ayudo a las tareas a mi hermano y quiero salir pronto de aquí. Esto ha sido demasiado duro y no se lo deseo a nadie. Yo, a los 17 años, debería estar en otra cosa, pero no lo estoy. Qué tristeza”.

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